Llega la Navidad y, entre comidas y eventos con familia, amigos y conocidos -típicos en estas fechas, y que se acentúan si vives lejos de tu ciudad natal- llega el momento de analizar el año que va a terminar y, sobre todo, diseñar la hoja de ruta del nuevo año, fijando los objetivos y los retos en los diferentes ámbitos de la vida.
2017 ha sido, para mí, un año de muchos cambios. Un año que empezó en Murcia, con un alucinante proyecto en centros educativos en desarrollo, entrenando con Salva – con el que empecé a hacer atletismo-, pero con la sensación de que realmente me motivaba más el trabajo que hacía en los centros escolares que mi actividad deportiva, en la cual tenía como objetivo nada menos que seguir en el top10 mundial y quedar entre los ocho primeros en el campeonato del mundo, que se disputaría en julio de este mismo 2017 en Londres, el estadio que en 2012 vio cómo cumplía mi sueño al disputar unos juegos paralímpicos, la competición más importante en el mundo en la que puede participar un deportista con discapacidad.
Esta sensación me hizo tomar una serie de decisiones importantes, como fueron cambiar de entrenador -terminé la temporada ya a las órdenes de Antonio Ranchal- y empezar a planear mi regreso a Madrid, con el objetivo de consolidar y estabilizar mis proyectos en el sistema educativo, ampliar mi formación en el ámbito de la prevención de la violencia y las situaciones de vulnerabilidad en menores y recuperar la ilusión, la motivación y la ambición en el ámbito deportivo.
A nivel deportivo, la temporada terminaba con un sexto puesto en la prueba de 400m y dos décimos puestos en las pruebas de 100 y 200 metros, lo que me colocaba nuevamente entre los diez mejores atletas del mundo, esta vez en mis tres especialidades.
Pero lo mejor estaba por llegar. En septiembre, tras mi vuelta a Madrid y a la residencia Blume del Centro de Alto Rendimiento, un almuerzo con mi amigo Nacho Guerreros -fenomenal actor y, sobre todo, extraordinaria persona comprometida con la lucha por una infancia sin violencia a través de la misma contra el acoso- cambió todo: Nacho me habló de la Fundación ANAR, con la que tuvo relación a raíz de la publicación de su libro “Yo sufrí bullying” -que lo recomiendo totalmente-, y me puso en contacto con Ana Milans, adjunta a presidencia de la misma.
Ese hecho lo cambió todo. Desde el primer momento Ana me trató como una buena madre trata a su hijo: me enseñó la fundación y lo que hacían -un extraordinario trabajo en centros educativos, una labor brutal en sus tres hogares de acogida y, sobre todo, un trabajo épico a través del teléfono, el email y el chat ANAR, donde diariamente ayudan a más de 1200 niños de toda España en situaciones de vulnerabilidad.
Ana no solo me acogió haciéndome sentir como en casa, sino que tuvo la deferencia de escuchar los proyectos que yo hacía en el ámbito educativo, y me presentó a Luisa, responsable de formación -todas las herramientas de ANAR están atendidas por psicólogos, que trabajan en equipo con abogados y trabajadores sociales, y todos ellos pasan por un completo e interesantísimo curso de formación impartido por la Fundación y dirigido por Luisa-, que me ofreció hacer el curso de formación que ella dirigía para ampliar mis conocimientos y también para conocer desde dentro como funciona ANAR.
Ese curso, esos compañeros de ANAR- desde Sonsoles hasta Benjamín, pasando por Marta y sus espectaculares sesiones de práctica, y capitaneados por Silvia, la presidenta, una persona de esas que transmite unas sensaciones increíbles simplemente cuando se acerca- y esa genial acogida por parte de todos me hicieron tener claro el siguiente paso, que ya forma parte de los objetivos y retos para 2018.
A nivel deportivo, el gran objetivo para el nuevo año es el Campeonato de Europa, que se disputará del 20 al 26 de agosto en Berlín -Alemania-. Dentro de ese campeonato el gran reto es optar a las medallas, y un sueño con el que empiezo a pensar en el nuevo año es poder conseguir ser campeón de Europa.
A nivel personal, el gran reto es poder llegar a un compromiso con ANAR, una fundación que me ha cautivado, y poder aportar mi granito de arena en su lucha por una infancia segura y sin violencia, cumpliendo así el gran sueño con el que empecé en 2017 de estabilizar y consolidar mis proyectos sobre valores y prevención de la violencia en menores.
Termina un año de cambios, empieza uno de trabajo e ilusión. Muchísimas gracias a todos los que me habéis ayudado, acompañado, seguido y apoyado. Con vosotros, sin duda, es mucho más fácil sonreír. Hacéis mucho más sencillo que pueda seguir, un año más, corriendo tras un sueño…
¡Gracias!