Pasan los años y con ellos, pasan cientos de momentos que marcan nuestras vidas. Momentos buenos, normales o malos, momentos que recordaremos con una sonrisa, otros que nos hicieron aprender y, por qué ocultarlo, momentos tristes de los que no se sacó lección alguna. Momentos que nos condicionan y que marcan las decisiones que tomamos; decisiones que marcan la ruta que tenemos seguir, el camino de nuestra vida.
Cuando cada año acaba, como sucedió hace pocos días, siempre me gusta hacer tres cosas; la primera es hacer balance del año, recordar los momentos buenos, memorizar las lecciones de los malos y tratar de asimilar los tristes. Una vez hecho el balance siempre me viene a la cabeza una estrofa del poema de Antonio Machado:” Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Para mí, especialmente en cuanto al ámbito deportivo se refiere, esta frase tiene un significado fundamental: siempre, estés en un momento bueno o malo, tienes que tratar de avanzar, seguir el camino de tu vida. La vida, como el deporte, no da marcha atrás. El entrenamiento, la competición o la temporada que fue bien siempre quedará en tu recuerdo con una sensación positiva, y pasará al contrario si el resultado no fue el esperado. Pero, sea cual sea el resultado, hay una cosa clara: no puedes volver atrás a cambiarlo.
Por ello siempre que termina un año me gusta hacer memoria, detenerme un instante a valorar las distintas situaciones que han acontecido y mi reacción ante ellas para, viendo el resultado final y como ha condicionado ello mi vida, aprender para la siguiente vez que suceda algo similar.
Una vez hecho el balance y sacadas las conclusiones, el siguiente paso es fijar sueños, retos y objetivos para el nuevo año en los distintos ámbitos de mi vida. Estos objetivos, retos y sueños son sin duda la gasolina que me hace falta para mantener la motivación y las ganas de luchar.
Por último, y no menos importante, trato de perfilar la ruta, diseñar el camino que creo que puede dirigirme al punto donde conseguir aquello que me propongo es algo que ayuda bastante, ya que me permite saber en cada momento el lugar exacto donde estoy y tener una referencia de hacia dónde dirigirme para lograr mi objetivo. Algo también fundamental en este punto es valorar la gente que voy a tener a mi lado en este camino, mi equipo, ese equipo que siempre está conmigo en las malas y que se alegra tanto como yo en las buenas, esas personas que nunca fallan y que, cuando lo hacen, saben reaccionar de tal manera que su fallo se transforma en una lección y hace mejorar y fortalecerse al equipo.
Mi dirección, en este momento, es Madrid. En Murcia dejo a mi familia, aparte de mis amigos y también a una parte de mi pasado. Pero en la capital tengo mis retos, mis ilusiones, mis sueños.
Allí buscaré en los próximos meses afinar de cara a un campeonato de Europa -que se disputará del 20 al 26 de agosto en Berlín- donde tenemos la máxima ilusión de luchar por estar en lo más alto. Allí tengo mi día a día deportivo, a las órdenes de Antonio Ranchal y con la ayuda de un equipo impresionante.
Allí también tengo a la Fundación ANAR, el complemento perfecto a mi actividad deportiva, la entidad que, si todo va bien, me va a ayudar a que mi trayectoria deportiva tenga un impacto positivo en la sociedad, transmitiendo los valores del deporte y mi experiencia en proyectos de prevención de las situaciones de violencia y vulnerabilidad en menores.
Así que, una vez empezado 2018, me pongo en marcha. Por delante, muchos entrenamientos, bastantes competiciones, viajes, eventos, conferencias, actividades y proyectos con instituciones, empresas y medios de comunicación. Pero, sobre todo, una ilusión tremenda.
Empieza 2018, una etapa más en el camino de mi vida. ¡Gracias por acompañarme y mis mejores deseos para todos en este nuevo año!