La temporada 2016/2017 ha concluido y llega el momento de hacer el pertinente análisis.

Esta temporada venía precedida de uno de los momentos más difíciles de mi carrera deportiva, mi ausencia en los Juegos Paralímpicos de Rio 2016, y de una temporada 2015/2016 tremendamente dura a nivel psicológico.

 

Desde que volviese de Madrid allá por mayo de 2015, con el objetivo de abrir vías más allá de mi trayectoria deportiva -unas vías magníficas que he podido disfrutar tremendamente trabajando con alumnos de numerosos centros educativos de la Región durante el último año y medio, y que espero poder seguir compartiendo a partir del inicio del próximo curso académico en Madrid-, el aspecto deportivo iba en caída libre, y el comienzo de la nueva temporada no iba a ser menos. Físicamente no me encontraba nada bien -gané alrededor de once kilos y me encontraba fatal y entrenando cada día iba a peor-, y psicológicamente el problema se agravaba con el paso de las semanas.

 

En esta tesitura, a finales de enero decidí dar un giro de ciento ochenta grados. Abandoné mi piso de Murcia y volví a San Javier, cambié de entrenador y me propuse empezar de cero, con el objetivo de recuperar la ilusión y valorar, al final de temporada, si merecía la pena continuar entrenando a alto nivel.

 

Este cambio provocó entrenar solo casi toda la temporada de aire libre -acudía unos días cada cuatro o cinco semanas a Madrid para hacer el seguimiento con mi entrenador y el resto del tiempo entrenaba solo en San Javier, hecho por el que tengo que agradecer a personas como Darío Romero y su padre Juan Salvador o a Juan Gaton el apoyo que me han dado en todo momento-, pero me enseñó una lección que quedará para el resto de mi vida: en los momentos más difíciles es donde se tiene que demostrar que realmente quieres ser un ganador. Eso fue lo que me transmitió Antonio, mi nuevo entrenador, desde el primer día. Él me encontró en el suelo a nivel deportivo, y nos planteamos el objetivo de recobrar la marcha, de volver a convertirme en el deportista de élite que había dejado por momentos de ser.

 

Fueron pasando las semanas; físicamente -gracias también al inestimable trabajo de Javi, mi fisio- me fui encontrando cada vez mejor, fui perdiendo todo el peso que había ganado y los entrenamientos demostraban que volvía a mis mejores marcas.

 

Llegó mayo, y con él la fase decisiva de la temporada, con varios “ meetings” internacionales y el Campeonato de España a la vuelta de la esquina, y las buenas sensaciones aumentaban casi día a día. Las piernas corrían y la cabeza quería formar parte del cambio. El trabajo de Antonio, tanto en la pista como fuera, y la ayuda de Javi me estaban permitiendo conseguir mi mejor versión, y demostrarme a mí y a la gente que dudó de mí que siempre, por muy difícil que se ponga una situación, se puede salir adelante.

 

Con el principal objetivo de la temporada conseguido -recuperar mi mejor versión y volver a disfrutar del deporte- , llegó el momento del gran reto, como colofón a una temporada de aprendizaje: el Campeonato del mundo. Un campeonato que me colocó nuevamente entre los diez mejores atletas del mundo en las pruebas de 100 -décimo puesto-, 200 -décimo puesto- y 400 metros -sexto puesto y mejor atleta europeo-.

 

En resumen, un año de cambios, de crecimiento personal y un año donde he podido demostrar y demostrarme que el éxito solo llega a quienes deciden luchar.

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