Allá por finales de agosto del año 2012, un joven murciano de 22 años emprendía un viaje que le cambiaría la vida. El destino era Londres, y el motivo era la disputa de los Juegos Paralímpicos, la mejor competición a nivel mundial para personas con discapacidad.

 

Servidor, en aquél momento un novato en el mundo del alto nivel deportivo, llegaba a Londres con un sueño y un reto. El sueño era empezar a posicionarme entre los mejores atletas del mundo, y el reto era entrar en dos finales y conseguir dos récords de España en las dos pruebas que disputaría en esos juegos. Pero, sobre todo, llegaba a Londres 2012 con una intención clara: disfrutar, guardar en mi memoria cada instante, cada momento, cada vivencia de aquel experiencia inolvidable.

 

Aquel agosto, al llegar a la Villa Olímpica, descubrí el verdadero significado de “cumplir un sueño”. Experimentar esa sensación, vivir esa situación, poder disfrutar esos momentos es algo que jamás olvidaré, algo que me cambió la vida para siempre.

 

Londres 2012 marcó para mí un punto claro de inflexión en el ámbito deportivo y también en el personal. En el deportivo me abría de par en par las puertas del excitante mundo de la alta competición, me permitiría desplazarme a Madrid a vivir en el centro de alto rendimiento, y supondría la demostración de que podía estar peleando de tú a tú con los mejores atletas con parálisis cerebral del mundo. En el personal, la inyección de valores, de lecciones y de momentos que aquellos juegos supusieron en mí me convirtió en una persona distinta.

 

Cinco años después, con mil batallas a la espalda y una trayectoria que -con sus luces y sus sombras- me ha ido colocando año tras año en disposición de seguir estando con los mejores, volvemos a Londres, en este caso al campeonato del mundo.

 

En el momento que escribo estas líneas la emoción me embriaga. Hace solo unos minutos visitaba nuevamente el estadio olímpico, y recuperaba esos recuerdos y esas sensaciones del momento en el que empezó todo, así como recordaba, desde el mismo tartán del estadio, a toda la gente que me ha acompañado en este camino. Una sensación, estimados lectores, que no se puede definir con palabras. Son momentos que sería imposible describir. Ninguna palabra en ningún idioma podría acercarse siquiera a mostrar lo que se siente en un momento así. El momento en que recuerdas cómo cambió tu vida. El momento en que empezaste a vivir un sueño y te diste cuenta de que los sueños se cumplen. El momento en que tú dejaste de ser tú y empezaste a ser alguien que jamás soñarías haber sido.

 

En unos días, concretamente el lunes 17, saltaré nuevamente a esa pista. En ese caso será para disputar la semifinal de 200 metros, la primera de las tres pruebas en las que participo en este mundial, y solo espero una cosa: no despertar del sueño. Seguir, mientras el tiempo y la cabeza aguanten, corriendo tras un sueño.

 

Un nuevo sueño está a punto de comenzar: Campeonato del mundo 2017. En un sitio especial, Londres. El lugar donde comenzó todo…

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