Hace unos días leía por redes sociales un email de respuesta de un profesor universitario a un alumno deportista, que le había solicitado un cambio en la fecha de examen para acudir a competir a un campeonato de España. La respuesta decía, textualmente, lo siguiente: “Lo siento, (nombre del alumno). La fecha oficial es esa y sois muchos alumnos para hacer exámenes a la carta. Me alegro de tu éxito, pero tendrás que escoger entre el Campeonato y la asignatura. Siempre puedes ir a septiembre. Saludos”.

 

Es realmente increíble que esto siga sucediendo en España, un país en el que el deporte es uno de los pilares a nivel internacional de nuestra marca e imagen como país, siendo envidiados en todo el mundo nuestros resultados internacionales, y aún en mayor medida si tenemos en cuenta la inversión para obtener esos resultados.

 

Desgraciadamente, muchos deportistas siguen encontrando tremendas dificultades a la hora de compaginar vida personal y deportiva, en asuntos donde las instituciones públicas deberían intervenir para legislar e intentar que esos deportistas puedan tener vida más allá del deporte. Iniciativas como cambios de exámenes para los que estudian, o que la administración  aporte algún beneficio a las empresas que contraten deportistas para que les interese liberarlos para ir a competiciones sin que tengan que renunciar a sus vacaciones; para ello son necesarias si queremos no seguir poniéndonos piedras en el camino nosotros mismos.

 

Pero ya no sólo es el cambio de exámenes. Con el nuevo plan Bolonia, en el que la asistencia a clase es obligatoria, muchos deportistas no pueden compaginar su trayectoria deportiva con la formación, ya que compiten en circuitos internacionales y los distintos viajes para competir les impiden cumplir con el requisito de la asistencia, así como seguir el ritmo normal de la clase, con lo que quedan atrás y tienen muchas más dificultades para sacar adelante sus carreras universitarias.

 

Esta necesidad -atención al deportista en su formación y ayuda en su salida del deporte a la vida laboral- ha sido vista y trabajada de manera espectacular por la UCAM, una institución que, especialmente desde después de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, ha experimentado un crecimiento exponencial, tanto en imagen como en matrículas y reconocimiento.

 

José Luis Mendoza -presidente de la institución- decidió apostar firmemente por el deportista, por apoyar a la persona que hay detrás de las medallas, los récords y los “ rankings” internacionales. Para ello, puso a Pablo Rosique -trabajador incansable, persona atenta y un apasionado del deporte, como José Luis- y lo rodeó de un equipo espectacular.

 

En 2013, cuando yo entré a formar parte de la familia UCAM, Pablo me decía: “El presidente quiere que intentemos tener al 50% de los deportistas que vayan a Rio”. Creo que han superado las expectativas, sumando un porcentaje altísimo de las medallas del equipo olímpico español en Río de Janeiro.

 

Pero, ¿cuál es el secreto del éxito de la UCAM? Para mí, el secreto es ser una piña, preocuparse por cada uno de nosotros más allá del deporte, atender a la persona, trabajar para hacernos la vida más fácil, recibirnos siempre con una sonrisa, preocuparse por nosotros y por nuestro futuro. En definitiva, estar ahí cuando las cámaras nos enfocan pero, sobre todo, cuando necesitamos que alguien nos ayude.

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