El pasado martes conocíamos la terrible noticia del fallecimiento de Natalia, una niña de siete años que luchaba desde hace cinco contra la enfermedad de Niemann Pick C, una enfermedad degenerativa y a día de hoy incurable, de las consideradas como «enfermedades raras».
Una vez escuché que la vida no se mide por el tiempo que estás en el mundo sino por aquello que haces en tu estancia y por el legado que dejas. Esto fue lo primero que me vino a la cabeza al enterarme de la trágica noticia. Y lo pensé porque Natalia, en el tiempo que estuvo con nosotros, consiguió una heroicidad: vencer durante más de dos años a una enfermedad terrible y dotar a Carmen María -su madre- de un coraje, una valentía, una fuerza, en muchos momentos también una calma y una paciencia y muchísimas otras cosas que han permitido, a través de la asociación que ella creó para luchar por la vida de Natalia y la de otros niños y de todos los eventos que ha organizado, avanzar pasos agigantados para lograr una cura.
Siempre defenderé que el deporte, por encima de espectáculo, rendimiento o competitividad, representa unos valores que son vitales para la sociedad, como el sacrifico, la lucha, la superación de adversidades o la fortaleza física y mental, que van intrínsecos al deporte. Y, por encima de los deportistas, están y siempre prevalecerán esos valores. Unos valores que, a pesar de que todo el negocio que se ha montado alrededor del deporte algunas veces los deje de lado momentáneamente, son lo que hace grande al deporte, así como lo que hace ser recordados a muchos deportistas a lo largo de la historia.
Pues exactamente esos valores los abandera a la perfección Carmen María, una madre coraje que entre viajes a Madrid -a un tratamiento que estaba llevando a cabo con Natalia-, cuidados de su hija y todo lo que organizaba y a todos los eventos donde iba para conseguir apoyo económico para la lucha contra la enfermedad, sacó todo el tiempo del mundo para hacer tremendamente feliz a su hija.
Tuve la suerte de conocerla personalmente, en la grabación de un programa de televisión en el que ambos participamos, y después he hablado en alguna ocasión con ella. Les aseguro que es un ejemplo. Que la energía, la vitalidad, la fuerza y la alegría que Natalia le daba y le seguirá dando desde donde esté la ha hecho ser especial.
Natalia se ha ido, pero su huella será imborrable. Tantos días de lucha contra la enfermedad, tanto tiempo y dinero invertidos en investigación y tanta gente que Carmen María ha conseguido movilizar conseguirán, junto con el resto de personas que luchan contra el Niemann Pick, encontrar la manera de derrotar a esta enfermedad.
Por todo esto, solo se me ocurre decir: mucho ánimo y enhorabuena por la lección de lucha que nos has dado, Carmen María. Y muchas gracias por tu lucha diaria, Natalia.
Descanse en paz.