Llegó el momento. Tras una temporada de cambios, de incertidumbre y en la que he ido de menos a más tanto mental como físicamente ha llegado la parte decisiva de la temporada, con el plato fuerte a partir del 14 de Julio en el Campeonato del Mundo en Londres.
La temporada empezaba, como ya comenté hace unas semanas, de manera tremendamente complicada: la ausencia en Rio 2016, unida a varios años seguidos sin terminar de encontrar ni las sensaciones ni los resultados que pretendía, hicieron que los primeros meses de temporada fueran muy cuesta arriba. Esta situación me hizo tomar la difícil decisión de frenar en seco, analizar la situación y tomar una serie de decisiones tanto personales como relacionadas con mi equipo de trabajo con el único objetivo de recuperar la motivación y encontrar de nuevo el camino adecuado.
Para llevar a cabo estos cambios lo primero que debía tener claro era mi objetivo. Después de mucho análisis y de pedir consejo a distintas personas de mi entorno, tuve claro que mi objetivo era los Juegos de Tokio 2020.
Pero, como todo gran objetivo, había que diseñar un plan de ruta hacia esa meta, un camino hacia ese fin, ya que una de los hechos que tuve claro tras el fracaso de no estar en Rio es que el planteamiento que hice -estar en los Juegos era el objetivo fuese como fuese, al precio que fuese y con toda mi vida puesta en ello, lo que me generó una presión increíble que se convirtió en mi pesadilla- fue erróneo: para conseguir un objetivo de tal envergadura, y con ello cumplir un sueño, es necesario apostar firmemente por ello pero, en mi caso al menos, tienes que tener algo más en la vida por lo que luchar, otros objetivos personales y profesionales al margen del rendimiento deportivo que te quiten parte de la presión en el ámbito del deporte.
El plan era el siguiente: Tener claro el objetivo -Tokio 2020- pero sin perder de vista que había que construir ese sueño desde la base, desde el principio. De manera que la estrategia a seguir era derribar todo lo que había, y que había generado el estrés y la excesiva presión que teníamos que eliminar a toda costa, y empezar a construir, desde la base de la confianza, del disfrute del camino y del trabajo. Para ello, esta temporada entrenaríamos en San Javier, terminando la temporada con un ciclo de un mes de concentración para preparar el mundial en el CAR de Madrid y, a partir de Septiembre, llegarían los cambios.
Sorprendentemente los resultados no tardaron en verse. Un cambio radical a nivel físico y mental, basado también en un cambio importante en la rutina de entrenamientos, hicieron que en muy pocas semanas tras introducir estos fuertes cambios lograse la marca mínima y, con ella, mi clasificación para el campeonato del mundo.
Tras conseguir esta clasificación establecimos un nuevo objetivo a corto plazo: llegar lo mejor posible al mundial y, sobre todo, recuperar la pasión por competir.
Con ese objetivo emprendo mi camino a Madrid, en la recta final hacia el mundial, agradeciendo a todos los que habéis formado parte de este camino y con la certeza de que esto es el principio de algo impresionante. Gracias por seguir a mi lado, como siempre, corriendo tras un sueño.