El pasado fin de semana presenciamos, en el partido de fútbol del Grupo III de 2ª División B entre el Barcelona B y el Eldense -que terminó con un marcador de 12-0 a favor del equipo local y algunos jugadores visitantes llorando en el campo- el que fue, según parece, el último de los grandes amaños realizados por mafias relacionadas con el mundo de las apuestas en el deporte.

 

En primer lugar, mencionar que este tipo de amaños no sólo se dan en el fútbol. Otros deportes, como el tenis -donde el mundo de las apuestas mueve grandes cantidades de dinero, hecho que también hace que algunas casas de apuestas decidan patrocinar torneos de circuitos semiprofesionales, como ITF, y esto ayude a que el propio deporte crezca- también sufren ocasionalmente esta lacra.

En numerosas ocasiones hemos asistido a declaraciones por parte de deportistas de élite exponiendo que una de las grandes lacras del deporte actual son las apuestas y los apostadores. En este aspecto, yo estoy radicalmente en contra de esta postura. Está claro que se han dado casos de amaño, y que esos casos dañan muy seriamente la integridad del deporte, y está claro también que un negocio que crece a la velocidad que está creciendo el mundo de las apuestas deportivas y que mueve la cantidad de dinero que están moviendo es muy susceptible a ser fuente de casos como el del partido de fútbol del pasado fin de semana. Pero, ¿por qué tenemos la costumbre de meter a todo el mundo en el mismo saco?

Muchos grandes clubs de varios deportes, torneos relevantes y competiciones destacadas a nivel internacional están patrocinadas por casas de apuestas, y eso ni genera la duda de un posible amaño ni la crítica por ser empresas de apuestas, ¿por qué entonces se critica a los apostadores? ¿No ven que el crecimiento exponencial del mundo de las apuestas deportivas está suponiendo una gran inyección de dinero en el deporte en concepto de patrocinios?

 

Tras consultar con diversas personas relacionadas con el mundo de las apuestas, en este caso especializados en tenis, para la redacción de esta columna, he llegado a las siguientes conclusiones: en primer lugar, quien amaña resultados no son apostadores o grupos de apuestas, sino mafias. Grupos delictivos que aprovechan el mundo de las apuestas deportivas para delinquir, con lo que es de una injusticia magna culpar de un delito -amañar lo es- a gente que en ningún caso lo ha cometido. En segundo lugar, los apostadores se confiesan también, en muchos casos, víctimas de los amaños, ya que ellos apuestan en función a datos estadísticos del evento y, al amañarlo las mafias, los resultados cambian radicalmente y los propios apostadores llegan a perder grandes cantidades de dinero por culpa de este fenómeno.
En resumen, estas mafias usan el deporte, igual que otras usan otros ámbitos, para lucrarse realizando una actividad delictiva y, como tal, los cuerpos de seguridad actúan siempre que la detectan. Pero culpar a los apostadores, las casas de apuestas o a la competición en si de los amaños es caer en la trampa de los delincuentes, que son los únicos responsables de esta lacra.

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