Apenas 4 meses después del terrible atentado en París, la historia se repite. Esta vez en un aeropuerto y en el metro. Esta vez en Bruselas, Bélgica. Diferentes víctimas, pero mismos verdugos.
¿Hasta cuándo vamos a seguir así? ¿Cuántos muertos hacen falta para darnos cuenta que la estructura social que estamos creando en Occidente y tratando de imponer en ciertos países subdesarrollados nos lleva directamente a un concepto del “todo vale” en el que el fin justifica en todos los casos los medios empleados para lograrse?
Es alucinante ver cómo nos dedicamos a poner crespones negros, primero en banderas francesas hace cuatro meses y ahora en banderas belgas, a guardar minutos de silencio, a poner banderas a media asta, a hacer Trending Topic “Je suis Charlie” “Todos somos Francia” o “Todos somos Bruselas” mientras no tratamos de hacer ver a nuestros pequeños que esta espiral de odio, terror y muerte no es más que la cultura del “todo vale” llevada al extremo. Ver como nuestros políticos se pelean por pactos antiyihadistas totalmente inútiles mientras dejan de lado y abandonan a su suerte a la Educación, que es la base de todo, hace presagiar un futuro muy negro.
Porque este “todo vale” llevado a su extremo más cruel, puede ser terrorismo. Pero, sin llevarse al extremo, se puede disfrazar de muchas cosas que vemos en nuestro día a día: En deporte se disfraza de dopaje, en política de corrupción, en banca de preferentes y distintas estafas. Y así en todos los sectores. Si no, ¿cómo puede ser muchos de los terroristas suicidas de los últimos atentados se hayan formado en Occidente? ¿Qué sociedad tenemos que genera jóvenes tan vulnerables al extremismo?
Cambiemos la base, cambiemos la estructura. Dejemos de quejarnos desde el sofá de nuestras casas, de decir lo indignados que estamos, lo que haríamos con el DAESH si fuésemos Obama, Merkel o Putin, y empecemos a trabajar en lo que realmente podemos cambiar.
Empecemos a demostrar que no todo vale. Que hay unas reglas del juego que deben ser acatadas por todos. Empecemos a cambiar las cosas desde casa para luego pedirle al vecino que las cambie.
Porque ya hemos visto a dónde nos lleva esta sociedad, este sistema en el que todo es justificable. En el que estamos acostumbrados y acostumbrando a las generaciones que vienen por detrás a contar muertos como si la vida no tuviera valor. Muertos en Israel, en Palestina, en Irak, en Siria, en Francia, en Bélgica. Contamos muertos, sumamos muertos sin caer en la cuenta de las consecuencias de esta fatídica suma.
Llega la hora de dejar los minutos de silencio, los hashtags, los crespones negros y los pactos antiyihadistas y empezar con las horas de hablar, de buscar soluciones y formar en valores a nuestros jóvenes.
Porque la educación es la base de todo. Trabajemos en ella mientas intentamos que esta espiral de violencia frene. Paremos este drama en vez de perder el tiempo buscando víctimas y verdugos mientras todo se tiñe de sangre. Minetras el mundo sigue llorando…