«Basta ya». Este es el grito que muchísimos niños y jóvenes deportistas de España dirigen hacia sus padres y aficionados. Basta ya de insultos, basta ya de faltas de respeto, basta ya de increpar al entrenador, a compañeros y a rivales. Basta ya de convertir el deporte en un campo de batalla, donde los aficionados deciden impunemente destrozar el trabajo de los deportistas y, mediante el deplorable uso de la violencia verbal e incluso física, convertirse en los lamentables protagonistas del fútbol base español prácticamente cada fin de semana.

 

Este es el mensaje que han mandado diversos clubs, siendo el CD Doctor Fleming de Sevilla el último de ellos. Un mensaje que debe calar en la sociedad de inmediato. Una sociedad que, desde su base en el sistema educativo, cada vez está más alejada de la empatía, el respeto o la educación. Buscamos niños con talento, grandes talentos que en el futuro sean grandísimos profesionales, pero nos estamos olvidando de formar personas. Vivimos en la sociedad del «ahora o nunca», una sociedad en la que, desde bien pequeños, tratamos de que nuestros niños sean competitivos. «Tienes que estudiar para sacar las mejores notas de tu clase y poder ser en tu futuro lo que tú quieras y ser el mejor en eso. Y tienes que hacerlo ya, porque si no, se te escapará la oportunidad» tratamos de inculcarles a nuestros niños desde bien pequeños.

 

Y yo me pregunto: ¿la oportunidad de qué exactamente se le va a escapar a ese niño? ¿Acaso completar una formación superior garantiza hoy en día ni siquiera un puesto de trabajo?

 

Queriendo o sin querer estamos inyectándoles a los niños dosis extremas de competitividad, estamos convirtiéndolos en personas que sólo valoren un resultado (ganar en deporte, sacar determinada nota en los estudios, aprender determinadas cosas…) por encima del proceso. Hemos olvidado trabajar las emociones de esos niños, algo extremadamente importante, ya que conocer y dominar tus emociones es fundamental para conseguir llegar a ser la mejor versión de ti mismo y, sobre todo, para sobreponerte y levantarte cuando cualquier situación en la vida te mande al suelo.

 

Además de olvidar las emociones también estamos dejando en el tintero los valores, unos valores que los niños ya no es que no reciban en las aulas, en su tiempo libre o incluso en su casa, sino que los padres y seres cercanos, en muchos casos, lo que fomentan son los contravalores en la conducta de los niños. Hemos sustituido la empatía por el egoísmo y egocentrismo, el respeto por la violencia, y una serie de valores por comportamientos y actitudes antagónicas a aquello que sería lógico y necesario para educar de manera adecuada a un niño.

 

Esta excesiva competitividad y esta educacion en contravalores provocan lo que últimamente cada vez vemos y escuchamos más en los distintos medios informativos: en el deporte lleva a la violencia, en la educación al bullying, en el ámbito doméstico a la violencia de género, y así un largo etcétera.

 

Y,¿por qué? Porque en la sociedad del «ahora o nunca» sólo nos valen los resultados. Y, cuando algo falla, alguien lo paga.

 

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