Lorenzo Albaladejo empieza un nuevo reto para ayuda a niños y adolescentes en situación de riesgo

¿Cómo empezar a describir algo cuando no sabes qué palabras poner a lo que sientes, porque quizás no haya palabra que pueda contener todo el torrente de buenas sensaciones que invade tu cuerpo?

Este reto, quizás uno de los mayores que haya afrontado en mi vida y también quizás uno de los que con más ilusión afronto, empezó como empiezan las mejores historias: de la manera más inesperada. Una mañana, tomando un aperitivo con Nacho Guerreros -un actor de bandera, y además un amigo y una persona extraordinaria- hablábamos sobre nuestra opinión y los proyectos que ambos teníamos en marcha en materia de prevención del acoso escolar. Nacho se encontraba en pleno proceso de promoción de su libro “Yo sufrí Bullying” -un libro que recomiendo totalmente a todo el mundo, uno de los mejores en este ámbito- y yo me encontraba en proceso de búsqueda de financiación para mi proyecto de prevención de la violencia infantil “Corriendo tras la excelencia en el deporte y en la vida”. En esa charla, hablando sobre instituciones relacionadas con la prevención de la violencia en menores, Nacho me habló de la Fundación ANAR – Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo-, comentándome que era una institución con la que había tenido relación con motivo de la preparación de su libro y que hacían un magnífico trabajo en el ámbito que nos ocupaba. Desde el primer momento mostré mi interés por conocerle, y Nacho tuvo la gentileza de ponerme en contacto con la institución, concretamente con Ana Milans, adjunta a presidencia de la misma.

En principio, mi relación con ANAR se basaría únicamente en mantener una reunión -junto con Alberto Ávila, también deportista y responsable junto a mí de “Corriendo tras la excelencia en el deporte y en la vida”- para estudiar vías de colaboración entre ANAR y este proyecto de educación en valores a través del deporte focalizado en la prevención de la violencia.

Desde el primer momento, el trato con ANAR fue magistral: una primera cita en su sede donde pudimos ver el trabajo que desarrolla la institución -referentes a nivel internacional, atienden cada día a través de sus líneas de ayuda a la infancia a más de 1200 niños y sus familias en situaciones de riesgo y/o vulnerabilidad, trabajando de manera ejemplar en un equipo liderado por psicólogos, que son los que atienden el teléfono, y apoyados por trabajadores sociales y abogados- y comprobar la importancia de ANAR en el ámbito de los menores de edad y sus derechos.

A los pocos días, Ana me hacía una propuesta que lo cambiaría todo: hacer el curso de formación que hacen los profesionales de ANAR antes de formar parte del equipo de trabajo. Ese curso -dirigido por Luisa Fernanda Yagüe en su parte teórica y por Marta Cabezas, en mi caso, en la parte práctica, ambas magistrales- cambió por completo mi relación con ANAR: fui conociendo a personas como Silvia Moroder, presidenta y fundadora de la Fundación, Benjamín Ballesteros, director de programas, Ana y Tanit, un equipo de comunicación sencillamente espectacular, y todos los profesionales que pude ir conociendo esos días. Conforme conocía gente, veía que el trato que me daban era fantástico, lo que ocasionaba que realmente me sintiera a gusto. Esto me llevó a plantearle a la Fundación distintas vías en las que yo, como deportista, podía ayudarles. Proyectos en los que conseguir vincular al deporte con loa derechos de los niños y con la prevención de la violencia en cualquiera de sus formas en menores.

Y hoy, semanas después del inicio de esta increíble etapa, llega el momento de formalizar nuestra colaboración: desde este momento formo parte de ese gran equipo que, sin conocerme, me trató de manera excelente y me hizo sentir como en casa. Mi objetivo dentro de la Fundación: conseguir relacionar ciertos ámbitos de la sociedad española -Como el deporte o la cultura, entre otros- con la causa de ANAR -protección del menor y luchar contra las situaciones de violencia que afecten a menores- y contribuir a acercar a ANAR a las empresas, con el objetivo de recaudar fondos para que esta institución pueda seguir ayudando a nuestros niños.

Empieza el desafío: ¡A por él!

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