Cada tarde en cada recinto deportivo de cada ciudad o pueblo, cada entrenador, cada padre y cada entrenamiento. Cientos de miles de niños, millones de ilusiones, millones de sueños. Muchas horas por delante de entrenamiento, de competición, de buenos y malos momentos, de risas y de llantos, de victorias y derrotas.

 Esa sería la descripción, muy a grandes rasgos, una definición genérica del deporte de base, del futuro del deporte. Ahora bien, ¿cómo queremos dirigir la formación de nuestros futuros deportistas y, por encima de todo, nuestros niños? Les definiré las dos tendencias que, según mi opinión y experiencia, dominan ahora mismo en España:

 Por un lado está la vertiente que cree en la cantera como una fábrica de campeones: se trata de los profesores, entrenadores, padres y gente alrededor de los niños que toman su etapa en la base del deporte como una etapa de formación, de crecimiento personal, físico y deportivo, y basan la preparación en un entrenamiento genérico de las cualidades físicas, psicológicas e incluso sociales del niño, con el fin de que ese niño vaya creciendo poco a poco y, en su etapa adulta, pueda ser un deportista formado que intente conseguir el éxito en el deporte.

 Por otro lado está la gente que cree en la cantera como un método de selección y preparación de talentos pura y dura. Esta gente piensa que el niño (generalmente su hijo) es o va a ser un campeón, y desde bien pequeño tiene que entrenarse y ser tratado como tal, aunque no haya conseguido nada.

 Se sorprenderían de ver la cantidad de Cristianos, Messis, Gasoles, Nadales, Hortelanos, Mireias… que hay hoy día en nuestro país en etapa formativa. Y se sorprenderían más todavía si les dijera que el 95% de esos niños no lograrán llegar a nada en el deporte, y probablemente lo acaben odiando por la presión a la que son sometidos desde su propio entorno desde pequeños.

 Dejemos a los niños jugar, dejemos a los niños divertirse con el deporte, dejemos a los niños desarrollarse, dejemos a los niños crecer. Contribuyamos a su formación personal, física y psicológica desde el deporte. Formemos de manera integral a ese niño, ayudándole a buscar su mejor versión cada día. Y estaremos consiguiendo una persona íntegra, una persona que, tenga o no éxito en el deporte, habrá aprendido de la práctica deportiva una forma de vida tremendamente positiva.

 Trabajemos duramente para conseguir que nuestros niños sean unos futuros campeones… en la vida. Trabajemos en fomentar en esos niños una serie de hábitos (puntualidad, disciplina, educación…) y una serie de valores (esfuerzo, sacrificio, superación, resiliencia…) que serán fundamentales en la vida del niño y que serán la base que necesite de manera imprescindible si, cuando vaya creciendo y evolucionando en el deporte, consigue resultados destacables.

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