El brote de excesiva violencia y malas formas que asola España es producto de la falta de educación, de motivación, de civismo, de la falta de tolerancia y de la excesiva frustración de una parte de la sociedad, que provoca que, en este momento, la violencia se esté normalizando al ser intrínseca a muchas de las actividades rutinarias de esta sociedad.

Semana intensa en redes sociales. Y, por desgracia, no por temas puramente deportivos. El primer tema polémico de esta semana llegó el pasado domingo: un repartidor de mensajería urgente agredió a un youtuber por llamarle «cara anchoa» mientras grababa una supuesta broma con cámara oculta.

En primer lugar, y dando por lógico que es totalmente criticable y para nada gracioso dedicarse a ir por la calle faltándole el respeto a la gente y grabando sus reacciones para lucrarte sin su consentimiento y a su costa en internet, en este caso defendí que, a pesar de la malísima conducta del youtuber, la respuesta jamás debe ser una agresión física.

¿De verdad está este país tan mal como para justificar que porque el hombre «esté trabajando en ese momento, tenga un trabajo «de mierda» o cobre poco» -como me ha dicho la gente en redes sociales-, tenga que agredir a alguien por llamarle «cara anchoa»? ¿Tan grave es la falta de respeto o el propio insulto como para dejarle a alguien la cara marcada de un tortazo?

Pues bien, infinitos tweets después y con numerosos usuarios en mi contra, sigo sin poder creer que la gente defienda la violencia física -aunque lo que hiciese el youtuber se pueda considerar también violento- tan a la ligera.

Por otro lado, y menos de 24 horas después de recibir noticia de la agresión al youtuber, recibo un escalofriante vídeo de una brutal agresión por parte de los porteros, unos matones, de unos pubs de Murcia a un chaval, supuestamente por darle una patada a una botella de agua de plástico que había en el suelo, y que provoca que el chaval quede en el suelo al borde de la muerte, mientras los porteros se van -omitiéndole el deber de socorro- en una escena más típica de las películas de la mafia que de personas medianamente normales.

En el deporte, cada vez más brotes de violencia sacuden cada semana los recintos deportivos. La última de ellas, el pasado fin de semana, en el partido de Primera Regional en Zaragoza entre el Miralbueno y el San Juan, donde un jugador del equipo local agredió al árbitro propinándole un puñetazo.

Estaba convencido de que la espiral de violencia -física y verbal- que se vive en la grada de muchos eventos deportivos era un caso aislado en la sociedad, producto del anonimato que te da estar en una grada rodeado de gente. Pero no, todo esto es producto de la falta de educación, de motivación, de civismo, de la falta de tolerancia y de la excesiva frustración de una parte de la sociedad, que provoca que, en este momento, la violencia se esté normalizando al ser intrínseca a muchas de las actividades rutinarias de esta sociedad.

¿Es este el camino que queremos seguir?

¿Es esta la sociedad que queremos?

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