La mayoría de las personas que hacemos deporte hemos escuchado alguna vez frases como “Si no empiezas a hacer este deporte desde bien pequeño, es imposible que llegues lejos” o “Para triunfar en el deporte, tienes que empezar desde pequeño y dedicarte toda tu vida a ese deporte”.

Mentira. Hay numerosísimos deportistas que se dedican a su especialidad desde muy pequeños – Marc Márquez a las motos, o las gimnastas a su deporte, por ejemplo-, pero hay otros muchos  que empiezan a practicar su deporte a edades tardías, algunos incluso ya en etapa universitaria, y logran grandísimos resultados.

Está clarísimo que la detección, selección y formación de talentos son algunas de las bases del futuro del deporte, como de cualquier ámbito. Pero no hay que olvidar que los talentos que estamos formando son niños, y que el primer objetivo de esa etapa es su diversión.

Es un auténtico drama pasearse por los campos de fútbol base o por las pistas de baloncesto. En la gran mayoría de partidos nos encontramos con que los aficionados -en su mayoría padres de los niños- son inmensamente más problemáticos que los propios niños -que en muchos casos sólo quieren jugar y divertirse con sus amigos-.  No tiene lógica alguna que estas personas se dediquen, semana tras semana, a insultar a rivales, a árbitros, e incluso al entrenador y los compañeros del niño si lo que ven en el terreno de juego no es de su agrado.

Está claro que todo padre quiere lo mejor para su hijo, y que a todos nos gustaría que nuestro hijo fuese el nuevo Messi o Cristiano, o el nuevo Pau Gasol. Pero actuando así lo que se consigue es que tu hijo se sume a la larga lista de niños que se frustraron por la presión que recibieron de su entorno. Una lista que, desgraciadamente, cada vez es más larga.

Si preguntamos a todos los deportistas de élite, llegaremos a la conclusión de que el primer paso para destacar en algo, para estar en el selecto grupo de los mejores, es disfrutar al máximo de lo que haces. Si no disfrutas, tarde o temprano tu fracaso estará asegurado.

¿Disfrutarías tú jugando un partido si tu padre o cualquier persona de tu entorno se dedicara durante todo el encuentro a insultar y faltar el respeto desde la grada? Pues el niño tampoco lo hace.

Intentemos entre todos que el deporte sea una fuente de diversión, de unión, de respeto y de educación. Intentemos dar ejemplo, desde dentro y desde fuera, de lo que debe ser la sociedad a través del deporte, y habremos conseguido que, terminen o no siendo campeones, esos niños se formen como personas íntegras, como personas con valores y les habremos educado para la vida a través del deporte.

Sigamos con el increíble desafío de formar campeones. Pero intentemos no deformar personas para conseguirlos.

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