“Las tías no están capacitadas para arbitrar”. Si, aunque no lo crean, semejante afirmación se ha producido en pleno año 2016. Su autor, el presidente del CD Barrio de La Cruz de Granada. Fue el modo en el que se dirigió, a carcajadas, al árbitro de un partido de juveniles, poco después de que esta chica de 18 años fuese brutalmente agredida por una aficionada en el terreno de juego, provocándole múltiples daños -cervicalgia, dorsalgia, policontusiones y magulladuras en el cuello- así como una crisis de ansiedad. La agresora, según fuentes del club local, fue la madrastra de uno de los jugadores.

Una nueva barbaridad, una más. Una bestialidad que se suma a una lista terriblemente larga de amenazas, insultos graves y agresiones en el mundo del deporte. En este caso, y a pesar de ser una mujer la persona agresora, una barbaridad con fondo machista. Pero no nos desviemos, no nos centremos en los detalles. Sea machista, sea homófoba, sea racista o sea del tipo que sea, es una nueva agresión. Un nuevo drama para nuestro deporte base.

¿Qué educación damos a los jugadores (en la mayoría de los casos hijos de los espectadores) cuando cometemos semejantes atrocidades? ¿Es ese el ejemplo que queremos dar?

Por desgracia, cada vez son menos los partidos de fútbol en los que no se oye ningún insulto hacia el árbitro, el equipo rival, e incluso al entrenador del equipo propio cuando al energúmeno -diría padre, pero alguien así sólo puede ser catalogado como un energúmeno- en cuestión no le parece bien lo que ve en el campo.

Es una pena que muchos padres, o aficionados en general, decidan acudir como público a acontecimientos deportivos para, desde el anonimato que ser parte del público les concede, decir y hacer todo tipo de barbaridades.

Frenemos esto. Paremos esto. Y hagámoslo urgentemente. Mañana es tarde para ponerle freno a este enorme problema. Ayudemos entre todos a identificar a la gente que se quiere cargar el deporte pagando sus frustraciones personales con deportistas que lo único que quieren es buscar la mejor versión de sí mismos para intentar conseguir el mejor resultado posible.

Enseñemos a los niños a respetar a la autoridad, que en un evento deportivo es el entrenador y el árbitro, y a defender sus intereses y los de su equipo al 100% pero respetando las reglas de juego y de conducta.

Hagámosles ver desde fuera que no todo vale para ganar, que ganar es importante pero no a cualquier precio. Aprovechemos el deporte para educar a nuestros hijos, no para verter sobre ellos la presión y la responsabilidad de ser lo que nosotros, sus mayores, no conseguimos llegar a ser.

Disfrutemos del mundo del deporte, apostemos decididamente por la educación a través del deporte. Pero, para ello, frenemos inmediatamente cualquier tipo de violencia, sea física o verbal. No queremos más noticias así.

Ni una más…

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