Un viernes por la noche, gente como tú y como yo que trataba de disfrutar de su tiempo libre en un bar, una discoteca o un campo de fútbol. Hasta que unos salvajes decidieron que fuera un día negro, un día de sangre, de miedo, un día donde la muerte volvió a aparecerse de la mano de unos terroristas que decidieron sembrar París de desolación, de drama.

Es digno de admirar el comportamiento de los aficionados franceses que disfrutaban del partido de fútbol Francia-Alemania en Saint Dennis. Fue ejemplar el comportamiento de unos espectadores que, mientras recibían a través de sus teléfonos móviles las noticias de lo que estaba sucediendo en el exterior, supieron mantener la calma y obedecer en todo momento a las autoridades. Pero, de todo este dramático suceso, me quedo con un momento: la salida de los aficionados cantando de manera espontánea y al unísono La Marsellesa.

Ese cántico demostró la esencia del deporte, y la esencia de lo que esos valientes sabían que tenía que llevar al pueblo francés a levantarse del suelo en tan difícil situación: la unión de todo un pueblo, la fraternidad que tanto defendieron sus antepasados en la Revolución Francesa. Esa unión es lo que hace grande al deporte, es lo que hace que, en estos momentos, el deporte sea más importante que nunca.

La imagen del estadio de Wembley, en Inglaterra, lleno hasta la bandera y con absolutamente todo el estadio cantando La Marsellesa indicó el camino a seguir por toda la comunidad internacional. Francia ha sufrido un terrible golpe, pero todos estamos en peligro. Y tenemos que trabajar en equipo para acabar con los salvajes que han decidido empezar con esta guerra.

El deporte debe servir de ejemplo. El compañerismo, la unidad de todo un equipo en los momentos difíciles, la superación de las mayores dificultades, la lucha, el honor y una serie larguísima de valores intrínsecos al deporte son fundamentales para toda la sociedad occidental en este momento.

Ahora, más que nunca, hace falta que se recuperen y potencien los valores que Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, para que toda persona tenga la posibilidad de practicar deporte sin discriminación de ningún tipo y dentro del espíritu olímpico, que exige comprensión mutua, espíritu de amistad, solidaridad y fair play.

“Lo importante no es vencer, sino luchar bien” reza el lema de la competición impulsado por Coubertin en los Juegos Olímpicos. Junto a otros símbolos universales como los Aros Olímpicos, la Tregua Olímpica o la Divisa Olímpica “Citius Altius Fortius” que persiguen un entendimiento entre culturas, razas, ideologías y religiones, al menos durante unos días, para celebrar una competición deportiva.

 

El Daesh ha decidido empezar el partido. Un partido en el que está en juego la vida de mucha gente. Un partido en el que esos asesinos han decidido obligarnos a ser sus rivales. Y parece que aún no sabemos cómo reaccionar. Parece que esperamos la reacción de otros para ver cómo reaccionar nosotros, mirando a todos lados, apáticos, y pensando ¿y ahora qué?

Ahora debemos seguir con el espíritu olímpico, el espíritu de Coubertin, el espíritu de unión que estos días hemos potenciado. Porque con esta unión ganaremos este partido, sin duda el partido más importante. El partido de nuestras vidas…

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