Acaba el mundial de atletismo Londres 2017, y con ello una temporada más en el calendario atlético nacional e internacional. Los resultados ya los sabemos: cero medallas y cinco puestos como finalista (Mechaal 4.º en 1500m, el relevo 4×400 5.º, Ana Peleteiro 7.ª en triple salto, Orlando Ortega 7.º en 110 metros vallas y Álvaro Martín 8.º en 20km marcha).

 

Ahora bien, si bien es cierto que los resultados no son tan buenos a nivel de medallas como en Rio, donde sacamos un oro y una plata, también es cierto que -salvo contadísimas excepciones- el rendimiento individual de los atletas en sus respectivas pruebas ha sido cercano al esperado.

 

Como muestra, un dato: Miguel Ángel López, nuestro “SuperLópez”, defendía el título de campeón del mundo logrado en 2015 en Pekín, donde consiguió establecer su marca personal en 1h19’14, siendo segundo en esa prueba el chino Wang con 1h19’29 y tercero, el canadiense Thorne con 1h19”57.

 

Dos años después, en Londres, todos esperábamos que Miguel Ángel se sacara la espinita de Rio y, en mi opinión, se la sacó por completo: 10.º con 1h19’57, una marca que le habría valido para subir al pódium en Pekín hace dos años y que suponía estar, en año posolímpico, cerca de su mejor marca personal.

 

Entonces, si nuestros mejores deportistas mantienen el nivel de marcas y los resultados no son los mismos con el paso de los campeonatos, ¿cuál es el problema? Muy sencillo, el nivel del resto de países sube a pasos agigantados, mientras en España -donde la mayoría de entrenadores de nuestros medallistas no son profesionales del deporte, teniendo que hacer malabares para poder entrenar y controlar adecuadamente a los deportistas, y los propios deportistas penden cada año de un hilo, sin la estabilidad económica que ofrecen cada vez más países a sus deportistas internacionales- tenemos que luchar contra viento y marea para mantener ese alto nivel y, en casos de excelencia, poder llegar a superarlo en momentos puntuales.

Y la siguiente pregunta sería: ¿cómo se puede cambiar esta tendencia? En mi opinión, el cambio podría empezar por profesionalizar a los entrenadores -permitiendo que los responsables de nuestros mejores deportistas vivan exclusivamente del deporte, lo que ayudará a que estos deportistas rindan más y a que los entrenadores tengan tiempo para buscar y entrenar a nuevos talentos- y dotar de una estabilidad económica y un futuro laboral cierto -ya que la inmensa mayoría de los deportistas, especialmente en la recta final de sus carreras, se ven en la situación de que no tienen experiencia laboral y desde las instituciones no se les ayuda- a los deportistas.

 Sigamos los ejemplos de Reino Unido, país que no hace muchos lustros peleaba con nosotros en los medalleros internacionales y ahora está años luz por delante, o Francia, que está llevando a cabo ese cambio en los últimos años, y ya nos ha adelantado por la derecha.

 Aprovechemos esta generación dorada del deporte español y sentemos las bases de un futuro de éxito. Apostemos desde instituciones públicas y privadas, incentivando el patrocinio, por nuestro deporte, que año a año demuestra ser una apuesta segura.

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